domingo, 18 de marzo de 2012

Los verdaderos sabios


Bruno cree que los niños y los borrachos nunca mienten. No se si esto es un refrán, legalmente, o bien es una frase hecha de las muchas que circulan por autovías de pago de ciertos eruditos de tertulia navideña.

Bruno piensa que los niños son ingenuos, no ven dobles ni triples sentidos a las cosas. Tienen una navaja de Ockham que dominan con maestría. Las personas que son como niños, o al menos se comportan como tales, son criticadas por infantilismo crónico y ausencia de una seriedad fatalmente entendida. Bruno cree que como ellos, son los más listos.

Sobre los borrachos que no se emborrachan y calibran las personas y sus situaciones, retiran la grasa y se quedan con el magro, desechando la paja y ciñéndose al núcleo, Bruno cree que son los verdaderos sabios. Sin rodeos ni pleonasmos, sin superfluas obviedades ni oquedades, con palabras sencillas y sin esperar a que todos pierdan el tiempo, dictan sentencias justas, rápidas y muy eficaces.

Bruno lo comprobó el domingo. Volvía del baño, y al llegar a la barra sólo estaba el borrachín que les había estado espiando con sigilo. Salió afuera a echar una ojeada multidireccional y volvió a entrar dentro. Cuando sacó el móvil del abrigo e hizo el ademán de marcar el número, el borrachín se acercó a Bruno y le dijo con tono franco:

-Ahórrese la llamada. Ahórrese todas las llamadas. No hay nada que hacer.




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