Lo
único bueno que guarda Rafael de aquello es que algunos meses después pudo
comprobar quienes eran de verdad sus amigos y quienes se acercaban por interés.
Pudo comprobar que, igual que en esas fiestas que son un coñazo, al final
terminas la noche pasándotelo pipa con solo tres o cuatro más, terminas con los
mejores, con los de verdad, con tus Amigos.
Tras
la noche electoral, Rafael era un hombre muy feliz, recibió felicitaciones de
muchísimas personas y autoridades de dentro, fuera y de más afuera aún. Hasta
Felipe le llamó para decirle que iba a ser el líder que iba a regir la
reconquista del poder, y se ponía a su disposición para lo que Rafael
necesitase. Rafael no cabía en sí de gozo. Titulado en Ciencias Políticas,
madrileño,… Presidente de la Comunidad. ¡Nada menos! Esperanza iba a liderar la
oposición, aún habiendo sido la más votada.
En las semanas antes de la constitución de la Asamblea y de
la investidura, compartió con sus colaboradores jornadas y jornadas ordenando
ideas y pensando lógicamente en la futura estructura: consejeros, secretario
generales, directores generales, y todo ese largo etcétera que él bien conocía
y que a partir de ahora iba a depender de él.
Todos
se acercaban con alegría, haciéndole ver a Rafael que él era el mejor
y que por fin el destino había hecho justicia. Era su momento,
por fin.
Pero
el día en que se constituía la Asamblea y se elegía al presidente de la misma,
aquello se torció. Alguien le puso la zancadilla a la democracia y como primer
sorbo de hiel, no se pudo elegir al presidente de la Asamblea previsto y fue
elegida Concepción, que tuvo que improvisar un discurso de investidura con dos
folios y un boli Pilot. Rafael se temió lo peor. Si dos Judas habían vendido la
democracia para la elección de un presidente de la cámara, no podía aceptar sus
votos en la investidura como presidente del gobierno regional.
Todo
se jodió. Los capullos se vendieron y Rafael no pudo ser elegido como era lo
natural. Se montó un escándalo enorme. A los cuatro meses, en extraña
situación, las elecciones se repitieron y ahí sí, Esperanza ganó y ganó con
mayoría.
Rafael,
se quedó compuesto y sin novia. Iba a ser, iba a hacer, iba a estar… pero ni
fue, ni hizo ni estuvo. El destino, o más bien la ruindad, hizo que todo
aquello, al final, nada. Como dijo José Hierro en su poema: qué más da que la
nada sea nada, pues más nada será después de todo, después de tanto todo para
nada. Rafael iba a ser todo y no fue nada.
Una
de las experiencias más amargas, más frustrantes, más duras, más dolorosas, más
punzantes, no es el fracasar al hacer algo o amedrentarse, no hacerlo y
arrepentirse siempre. Es el sentir que todo está prácticamente conseguido pero
finalmente por arte de magia (negra, creo) ver que se diluye como terroncito de
azúcar en olla de caldo, se evapora como gas volador, se escapa como un globo
de feria. Y al final… nada. Como el penalti de Djukic.
Rafael
hoy ha cenado con Inma, Pedro, Pablo, Leire y Quino. De los pocos, muy pocos,
que cuando todos ya se habían ido, seguían allí con Rafael, indignándose con
él, llorando con él, Siendo y Estando con él.
Rafael
siente, al ver y oír hoy todo lo de Esperanza, que al final Todo fue Nada. Pero
enseguida recapacita y siente que ellos, su mujer y sus amigos, sí lo son todo.
Todo.