viernes, 7 de diciembre de 2012

No les importa tocarse, rozarse, estar cerca


Todos tenemos en mente la estampa de los pingüinos. Decenas o centenas de bichos simpáticos que de repente se arrejuntan al borde de un lago y comienzan a ponerse nerviosos produciendo ese movimiento espasmódico peculiar como imitando a Charles Chaplin. No sé si mirándose fijamente unos a otros o no, porque no conozco los detalles de la capacidad de visión de los pingüinos, pero desde luego, sí pendientes todos de todos. Con esa inquietud acelerada debida quizás a la indecisión de si tirarse o no al agua.

Nadie quiere ser el primero. Todos, eso sí, se acercan más y más a los demás pingüinos y al agua. No les importa tocarse, rozarse, estar cerca. El bullicio aumenta. Los pingüinos montan mucho jaleo, pero es un jaleo tolerable. Sin que te hayas dado cuenta, aparecen más, caminando o más bien arrastrándose de manera extraña. El lago es suficientemente grande y tiene un considerable caudal de agua estancada. La densidad de pingüinos situados a la orilla crece. Crece a tope. A los cuervos marinos apelotonados ya con la tensión sistólica en máximos, se unen nuevos bichos que vienen de comarcas vecinas, por si los del lugar no fuesen ya suficientes en la marea negra de graznidos y el vaivén de pasos procesionales.  Como en una región Amish un día de tarea común, los pingüinos aparecen sin haberles llamado. Y vienen de negro, claro. Todos están dispuestos a arrimarse pero ninguno quiere romper el hielo, aunque aquí la metáfora es absurda.

Cuando el reloj indica que han pasado ya alrededor de treinta minutos de ajetreo en la orilla, se observa que quizás puede que haya alrededor de mil pingüinos sobre la mesa, incluidos los de aquí y los que vienen a ayudar, los negros de todo y los que les gusta variar de colores, los que controlan de agua y piscinas, los que caminan un poco mejor porque tienen práctica, los que no pensaban ir pero al final van y, sobre todo, esa media docena de pingüinos que estaban allí desde el principio. Sí. Unos mil pingüinos.

Mil pingüinos y ninguno tiene huevos de tirarse.

Pero entonces viene uno, no se sabe cual, y sin que te des cuenta, delante de tus narices, se lanza al agua.

Una vez se ha tirado uno, detrás van todos los demás.

4 comentarios:

  1. magnífico, fino e delicioso. Grande!

    ResponderEliminar
  2. Hola, volví a pasarme por aquí a leer algo más y pensé que igual te interesaría esto:
    http://www.facebook.com/pages/El-CuentaCuentos/430137190380265

    La web aún está "de reformas". Yo escribí ahí hace un par de años y está bastante bien. Cada martes dan una frase (entre las propuestas por los participantes) y a partir de ella cada uno escribe una historia. Luego hay que comentar las de los demás (críticas constructivas,comentarios), votar por tu favorita...
    Yo hace un montón que no escribo pero igual me vuelvo a animar.

    Si te apetece échale un vistazo y si te interesa ya te leeré ;)

    Qué buen título y qué buenas frases. Pingüinos/Personas. Me gusta mucho tu estilo al escribir.

    ResponderEliminar
  3. Muchas gracias, estaré atento a la página que me dices.
    Un saludo.

    ResponderEliminar