martes, 13 de marzo de 2012

Bailando solos

Cuando rompes con alguien hay una serie de faenas a las que tienes que enfrentarte. Una de las peores es … que tienes que cambiar de bar. Hombre sí, si la ruptura es semidesnatada, puedes seguir asistiendo como si aquello no fuese con uno pero... para evitar que las dendritas y axones no terminen haciendo puenting sin soga, el protocolo dice que hay que abrirse. Adiós al bar de siempre.

Cada vez que veo un programa televisivo de estos que han alcanzado exitillo, no el de los pijos y borjamaris por el globo (terráqueo), otro, de los que visitan pueblos y villas de España buscando bares y tabernas, me pasmo escuchando cómo el personal disfruta contando que ese es su bar. Se les nota que allí, a aquel bar, fueron el día antes de su boda, el día en que murió su suegro, el día en que se les acabó el contrato, el día en que despidieron en la estación a ese mejor amigo, el día en que estrenaron coche, el día en que fueron abuelos, a la semana siguiente de salir de la UCI, o al que irán días antes de morir. Porque al bar vas cuando estás feliz y cuando estás triste. A tu bar es al único sitio al que puedes ir sólo y sabes que no vas a estarlo.

Y de otra de las faenas, nada que declarar. Ya se ocuparon en un tema las dos chicas bailando solas, que, paradojas del destino, así acabaron, y no fueron ni son ni serán las últimas, bailando solas.




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