En
su día fue el bricolaje puro y duro. Después llegó la época de la informática
masiva. En los dos casos hay herramientas y un desván. En ambos casos hay horas
del día que están muertas antes de que se encienda la radio-reloj despertador.
Claro que hay curiosidad y creatividad, sí, pero quizás un exceso de celo que
no siempre trae cosas buenas.
Juan
desatornilló la tapa de aquel ordenador con un protocolo de casa real británica
llevando a cabo la extracción de tornillos no limítrofes, alternando uno sí y
uno no. Desatornillando lo que antes atornillaron otros. Hasta que llega ese
punto en el que el criterio empleado hasta el momento no puede seguir siendo
eficaz. Para quitar la tapa hay que quitar todos los tornillos. En otro caso,
será imposible acceder al interior.
Tras
un proceso de limpiado más o menos clásico de las piezas giratorias y
productoras de alivio de calor interno, y de la resolución de la ausencia de un
par de conexiones, Juan consiguió que aquel aparato, en su día moderno, y en
aquel día, una auténtica horterada tecnológica, se echase a caminar no sin unos
minutos de tensión. Unos minutos en los que todo salta por los aires
definitivamente o todo lo contrario, permitiendo que exista un puente entre dos
orillas inseparables pero separadas. El ordenador se encendió y Juan pudo
entonces escudriñar, como tácitamente había planeado nada más levantarse, el
contenido fotográfico del cerebro del bicho.
Allí
se encontró con la foto. La foto. Juan dejó de lado toda herramienta y permitió
que solamente su respiración permitiese interrumpir el sonido del giróscopo
ventilatorio interior, o más bien lo contrario. La foto. Juan la estiró hasta
el porcentaje máximo que el arcaico hoy programa informático le permitía. Luego
le quitó el color hasta dejarla solamente en escalado de grises mortales de
noviembre, mes de difuntos. Juan la cerró y la volvió a abrir siguiendo la
misma orden que sigues cuando buscas algo una y otra vez donde no está. No está
porque ya lo sabías y además lo has comprobado y lo sigues comprobando.
Juan
envió la foto a la papelera de reciclaje y a continuación dictó a su índice la
orden de vaciar todo su contenido.