sábado, 17 de marzo de 2012

Ferreño

Ferreño se jubilaba y se organizaba una cena típica. Ferreño era un tipo del departamento de no se qué, que se encargaba no sé exactamente de cual tema para la zona de Lugo y parte de Asturias. Siendo claros, no tenía ni puta idea de quién era Ferreño. Pero Beatriz iba a ir a la cena, dato que pude obtener a fuerza de poner la oreja y grabar toda una conversación vecina mientras respondía con mono, bi y trisílabos a lo que a su vez me contaba Albertez, con quien técnicamente compartía yo café.

Beatriz era la sustituta veraniega de mi jefe directo, emplazada el resto de la temporada en la zona centro peninsular. Ya se sabe que los veranos son esa época del año en la cual toda esa gente que tiene las ideas claras sobre todo, de repente comete extravagancias y rompe moldes. El verano es esa época donde las parejas más perfectas e inseparables, esas parejas protagonistas de panfletos parroquiales, deciden poner tierra, o Marte, de por medio. En verano los más machos, a vuela pluma, arrojan al cisco la losa que portaban hasta hace un rato. En verano, es cuando las cosas que no dan más de sí, rompen.

Beatriz me aseguró que estaba separada cuando pasó lo que pasó, y yo me encargué de conseguir que siguiese pasando. Pero a modo de regalo sorpresa de fin de agosto, cuando mentalmente yo oía la canción de aquel dinámico dúo sobre el final del verano, Beatriz me dijo que hasta siempre, dándome a entender lo que yo me imaginaba. Hasta siempre dicho al final de un verano como aquel, significaba hasta siempre, ni más ni menos.

Por medios diríase que ilegales, me enteré de que Beatriz iba a asistir también con su marido a la cena homenaje a Ferreño. Yo tenía cierta emoción por todo. Volver a ver a Beatriz, esto es, encontrarme con ella … no siendo verano. Pero lo más jugoso, verificar si su marido era como yo me lo imaginaba o no. Me lo imaginaba siendo un imbécil, feo, gordo, maloliente, sin conversación interesante, tartamudo y con los dientes color siena. Bueno, quizás eso es lo que yo en el fondo de mis debilidades quería creer. Llegado el día del evento, el salón de los salones donde se servía el aperitivo estaba rebosante. Aunque estaba nerviosillo, ojeando el percal a derecha e izquierda buscando a Beatriz y su marido, pude conversar con Albertez utilizando oraciones compuestas coordinadas e incluso subordinadas, como que compensando las muchas veces en que no le presto ni la más mínima atención porque la noticia no la emiten en su canal sino en otro.

En esto recibí una comunicación telefónica en formato de texto escrito, junto con una serie de iconos que cada uno suele entender a su manera, de parte de un informador que está al tanto del cocido y sus tiempos de cocción, diciéndome que Beatriz va a causar baja a última hora en la cena. El único aliciente se desvanecía, se evaporaba de una manera absurda, como absurdo era todo aquello. La cena homenaje a Ferreño. Pero en fin, no era la primera vez que acudía a un lugar por algo que al final no tomaba forma, y me tragaba toda la función como un campeón.

Pero en esto el ambientillo se revolucionó, empezó a entrar más y más gente. Aquella suerte de Titanic se petaba con motivo de la jubilación de Ferreño, del cual hablaba todo el mundo como un tio genial, con mucho sentido del humor, amigo de sus amigos, el clásico paisano que anima las fiestas, juega al fútbol con los niños y todas esas bucolicadas. Si llega a existir un premio Nobel, (o una medalla Fields) de Tipo de puta madre, Ferreño lo petaría.
A los cinco milisegundos apareció Ferreño y tras vítores y aplausos, mitad mítin electoral, mitad plaza de toros, se acercó a mí, me llamó por mi nombre y de manera absurda se me declaró fan. Que ha oido hablar mucho de mí, que sabe que tengo fama de buen trabajador, amén de otras cosas, guiñándome un ojo.

No me dio tiempo a pensar qué coño decía aquel tipo, protagonista de aquel tablao flamenco-galaico. Ferreño, tras su peloteo a mi humilde persona añadió como coda:

-Se me olvidaba, saludos de mi mujer, que finalmente ha tenido un percance y no ha podido venir.

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