Al
principio,… al principio todo es mejor. Al principio no lo sabes todo, y esa
dosis de misterio y de aleatoriedad en lo que te traes entre manos hace que sea
todo atractivo. Al principio tienes que seleccionar las preguntas para no
parecer muy cotilla. Al principio todo tiene emoción, todo tiene sentido, todo
merece la pena, todo puede llamar la atención de los días de lluvia y todo,
repito, es o puede ser mejor.
Al
principio cada microgota de información la saboreas como el más lujoso licor,
pensando que gota a gota vas a descubrir que por fin has triunfado, después de
tantas etapas quemadas, o tantos días hilando fino para no se sabe muy bien
qué. O sí. Quizás sí lo sabías pero no lo decías. Porque si lo dices, te
pierdes.
Al
principio del verano, todo es aún posible. Todos los planes tienen sentido, todos
los conciertos pueden ser el mejor plan, todos los amigos van a llegar, todas
las fiestas hasta el amanecer en la playa aún pueden ser posibles. Al principio
aún no sabes quién puede que venga o que se vaya. Entre o salga. De la vida. De
tu vida. Al principio aunque llueva, sabes que va a venir algún día bueno. Con
sol.
Por
eso cuando camino a casa escuchó en la tertulia radiofónica de referencia que
lo peor de todo proyecto es el principio, los inicios, Ramón negó con la
cabeza. Miró al fondo de la calle y pensó en todo lo que daría por volver al
principio.
Al principio.