Uno
de los momentos en los que uno traga naranjas amargas en cápsulas y
a solas, acontece cuando se verifica que ese consejo u opinión que
no queríamos aceptar, se cumple a rajatabla.
El
opinante-consejero nos muestra la verdad, la verdad buena que es la
que escuece, y pateamos interiormente volcando sobre él una
repentina inquina, aún sabiendo que puede que no vaya desencaminado.
Nos
advierten que en ese alguien no podremos confiar, que con ese alguien
no podremos contar cuando lo necesitemos, nos advierten que ese
negocio originará conflictos, nos aconsejan no acudir a tal local,
nos advierten que tal empeño tiene lagunas insalvables o nos
aconsejan que si seguimos con tal operación, perderemos el tiempo,
el dinero, la paciencia, la salud, el humor o la esperanza.
Aún
así ignoramos los avisos y seguimos. La soberbia, paraguas de papel,
nos protege del sol en tiempo seco pero pronto llega la tormenta. A
solas, en un ascensor o en el metro, reconstruyes tu vida con tus
piezas y saboreas las naranjas amargas viendo que estabas equivocado.
Tremendamente equivocado.
A veces los ángeles usan los labios de alguien para decirnos algo....Pero como dijo alguien una vez: "Los consejos son la teoría de la vida; la práctica, es muy diferente.
ResponderEliminarConsejos vendo que para mí no tengo. Ese refrán lo dice todo. A los ángeles hay que hacerles poco caso, suelen estar de coña.
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