domingo, 28 de octubre de 2012

Madridista con carnet


-Marta y Marcos volverán a las andadas, más que probablemente será eso- pensó Laura mientras buscaba la tarjeta del abono transporte en el fondo de su bolso. Tenía dos horas para llegar a casa, prepararse y acudir a la cita latinera habitual.
Laura había recibido un mensajito corto y contundente, con pocas palabras y mucho contenido. Contenido abierto e interpretable. Información de texto de teléfono móvil sin iconos ni paridas. Mensajito de esos que o bien pasa desapercibido por completo, no aporta nada a la situación de todas las cosas y puede ser no leído sin consecuencia alguna para nadie; o bien, como fue el caso, atrapa a Laura, que provoca en ella un atoramiento continuado, permanente e inexplicable desde el momento en que revuelve el bolso a modo de arca de barro de zorza de matanza de puerco, para terminar sacando un billete de diez euros, nanomilésimas de segundo antes de encontrar la tarjeta de la empresa municipal de transporte.
Un mensaje que no va con ella pero que le importa, claro. Porque si solo nos importase lo nuestro, no necesitaríamos a los demás. Los demás no pueden arreglarnos lo nuestro. Nunca. Pero aún así les necesitamos porque sí. Porque lo nuestro es nuestro y lo suyo es suyo, pero siempre que lo nuestro no nos va bien, los demás nos alivian, compensan, relajan, transforman y ayudan. Y lo nuestro entonces puede ir bien, mejorar y arreglarse.
Laura cree que el mensaje se referirá a algo de Marta y Marcos, de su relación de telenovela, de sus cuernos de ida, vuelta y dos por uno. De las cervezas negras, los domingos de cine en casa con televisión sin voz, de su relación muelle, que se estira, encoge, desparrama y, siendo cerdos, a todos entretiene.
Pero Laura también tenía ropa tendida. Laura, la chica pop que fue a pescar y se equivocó de orilla. No, no de armario, que de eso también hubo en la pandilla. Laura se creyó que los partidos de las fiestas de pueblo de solteros contra casados eran divertidos y vaya si lo fueron. Laura, que se decía madridista, madridista con carnet, acabó pasando un fin de año en el Camp Nou.
Aquel día y el siguiente hubo colapso de red.
Laura no se puso los auriculares en el metro. Emitió una radiación visual en busca de algo que suscitase algún tipo de interés, sin éxito. Poco más.

Fue entrar en el Corazón Loco, menos lleno de lo habitual, y ver allí en carne y hueso humanos, el huracán de la intensidad del mensaje de letras, números y signos de exclamación.
No, esta vez no tenía nada que ver con Marta y Marcos.

Bueno, o quizás sí.

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