martes, 2 de octubre de 2012

No me gustáis


Los que lleváis gafas de sol sin venir a cuento no me gustáis. No me gustáis porque los ojos son para ver y para ser vistos. No me gustáis. Nada. Los ojos y la cara no son para llevar ocultos ni aún con la excusa de estar en un velatorio, como si las gafas de sol implicasen respeto de cara al difunto, de cuerpo presente, o a su familia, recién mutilada. No me gustáis los que ocultáis bajo las gafas de sol lo que pensáis, lo que decís, lo que miráis, lo que obráis y lo que sois. No me gustáis porque vais de limpios, modernos y respetuosos, pero muy resentidos con la fotofobia que sufrís cuando los más fotófobos sois vosotros.

No me gustáis porque con gafas de sol puestas o sin ellas, no sois de fiar. En lo humano pero también en lo divino. Lo digo sin tener que sacar un tomo enciclopédico. Os jactáis de que así podéis manejar por rectas con curvas sin ser deslumbrados por un sol de invierno que no existe. Os encerráis en vuestra timidez de revista para ser vistos como águilas rapaces cuando realmente sois aves de gran tamaño con filia a la carroña.

Los que lleváis gafas de sol sin venir a cuento sois como todos aquellos que con ánimo cabrón hacen todas las cosas sin venir a cuento, como el que te llama para decirte nada, o al menos eso crees, porque a veces la noticia es eso, que te llame, aunque sea para nada. Los que lleváis gafas de sol sin venir a cuento no sois felices porque no veis el sol ni queréis verlo. Todo lo avistáis oscuro, seco, azul o gris. No advertís las nubes con sus playas en invierno, ejemplo de belleza con letra mayúscula.

Los que lleváis gafas de sol sin venir a cuento, no veis llorar, porque ya lloráis vosotros por todos.

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