Miraba
de reojo cuando podía y en los momentos de despiste general. Nadie más podría
comprender ya no sólo la razón. Nadie comprendería que poder ponerse en la piel
del repartidor de sonrisas era lo más bonito que se supone que nadie ha
disfrutado nunca.
Revisó
varias veces todo lo que tenía pensado decir para terminar diciendo solo lo que
en el momento justo cabe decir. En el momento en el que tienes que decidir.
Porque decidir supone lacrar cual notario algo que ya nadie podrá poner en
duda. Decidir es encontrar lo que estaba debajo de la cama tras haberlo buscado
en la Vía Láctea. Decidir es cerrar la puerta con llave y tirar la llave. Para siempre.
Trastabillar
es necesario para conocer que solamente cuando pisas tierra firme eres capaz de
discernir que has volado. Coges un círculo y lo ordenas formando un cuadrado de
perfección suma. Incluso con varios, elaboras un cubo de Rubik.
Citando a Sándor en su último encuentro: un hombre no deja
escapar lo que le tiene que ocurrir.
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