jueves, 11 de julio de 2013

Epílogo


Miraba de reojo cuando podía y en los momentos de despiste general. Nadie más podría comprender ya no sólo la razón. Nadie comprendería que poder ponerse en la piel del repartidor de sonrisas era lo más bonito que se supone que nadie ha disfrutado nunca.

Revisó varias veces todo lo que tenía pensado decir para terminar diciendo solo lo que en el momento justo cabe decir. En el momento en el que tienes que decidir. Porque decidir supone lacrar cual notario algo que ya nadie podrá poner en duda. Decidir es encontrar lo que estaba debajo de la cama tras haberlo buscado en la Vía Láctea. Decidir es cerrar la puerta con llave y tirar la llave. Para siempre.

Trastabillar es necesario para conocer que solamente cuando pisas tierra firme eres capaz de discernir que has volado. Coges un círculo y lo ordenas formando un cuadrado de perfección suma. Incluso con varios, elaboras un cubo de Rubik.

Citando a Sándor en su último encuentro: un hombre no deja escapar lo que le tiene que ocurrir.

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