lunes, 26 de noviembre de 2012

Tiesos e inamovibles


La construcción de un castillo de naipes es un acto de desesperación. Tiene lugar en un momento de aburrimiento extremo y aparece porque no hay otra actividad así a mano, sin necesidad de levantarse y empezar a mirar qué otra cosa hacer. Los castillos de naipes son siempre igual: entretienen al principio, emocionan a medida que pasa el tiempo, aunque sabes que al final, a la mínima, todo se va a desplomar.

Aún así, siendo plenamente consciente de que a menos que pienses y rebusques encontrarás otra actividad más fructífera, menos aburrida, más divertida y menos mística; a pesar de que pienses que hacer un castillo de naipes es una mierda, lo haces.

Todo iba según lo previsto, pero en el momento en el que Juanjo colocaba un naipe más sobre el otro, formando una especie de arco triangular adosado y edificado sobre otros dos pisos más, sintió un temblor livianísimo en su mano izquierda que le hizo temer lo peor. Juanjo pensó que el castillo de naipes se había acabado.

Pero Juanjo, atónito, vio que de repente los naipes de publicidad de la caja de ahorros provincial estaban unidos como con hormigón. Allí estaban, tiesos e inamovibles. Formando un castillo rígido, estable y hasta bonito. Si es que un castillo de naipes puede serlo.

Juanjo, reconvertido en ingeniero constructor de edificaciones con naipes, tomó una nueva pareja de cartas: la sota y el rey de oros. Desvió su mirada a un lado, perdiéndola, y pensando en el día en que decidió que los castillos de naipes eran lo peor, sonrió.




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